Las Vegas no es una ciudad. Es una ilusión persistente, una broma cara, una metáfora con luces LED. Un espejismo que, en lugar de desaparecer al acercarte, te invita a una copa, te ofrece matrimonio express y luego te lanza fichas al aire. Dos días en este delirio desértico no bastan para entenderla, pero sí para dejar que te marque con su perfume de dólar, exceso y artificio. Si vas a hacerlo, hazlo bien. Aquí va un itinerario para caminar mucho, dormir poco y recordar (casi) todo. Ahh!! antes de todo elige tu hotel temático, todo una experiencia en tu visita a Las Vegas…

Día 1 en Las Vegas: El Strip, donde el mal gusto se volvió arte
Mañana: desayuno frente al simulacro
Empieza con algo parisino… en Nevada. El Mon Ami Gabi, frente al Bellagio, ofrece huevos benedictinos con vistas a una fuente coreografiada que baila con más precisión que muchos humanos en la pista.
Luego, atrévete con el Strip, esa avenida de sinsentidos gloriosos. Puedes ir de Venecia a Nueva York sin pasaporte ni lógica.
Paradas que son puro teatro:
- The Venetian: góndolas conducidas por gondoleros que no vieron el Adriático ni en Google Maps.
- Caesars Palace: una Roma en estuco y mármol falso donde Julio César se haría selfies.
- High Roller: una noria que gira lentamente para que tengas tiempo de asimilar tu pequeñez ante tanto exceso.
Curiosidad esquizofrénica: El Strip no está en Las Vegas. Técnicamente está en Paradise. Porque esta ciudad, como los buenos magos, nunca revela el truco.
Tarde: templos del consumo y la suerte
Entra a los centros comerciales más teatrales del planeta: el Forum Shops (donde un dios romano te puede vender gafas) o el Grand Canal Shoppes (cielo artificial incluido). Comprar no es obligatorio; deambular ya es espectáculo.
Luego, elige tu casino: Bellagio, MGM Grand, Wynn. Apuesta si quieres, pero la verdadera apuesta es entrar sobrio y salir cuerdo.
Noche: donde Las Vegas se pone su mejor disfraz
Cuando cae el sol, la ciudad se maquilla como para una cita con el apocalipsis. La Torre Eiffel brilla más que la original, y el ruido adquiere categoría de arte sonoro.
Plan maestro:
- Cena en el Hell’s Kitchen de Gordon Ramsay. Picante, caro y teatral.
- Luego, Cirque du Soleil. “O” (acuático y onírico) o “Mystère” (más físico y tribal).
- ¿Energía extra? Un cóctel en el Chandelier Bar del Cosmopolitan o una copa en la terraza del Cromwell.
Advertencia amistosa: Las Vegas no premia a los improvisados. Compra las entradas con antelación, y lleva calzado con más amortiguación que estilo.
Día 2 en Las Vegas: Downtown, donde aún late el corazón gangster
Mañana: neones vintage y mafias del pasado
Fremont Street es el primer amor de Las Vegas. Aquí empezó todo, con casinos que olían a whisky y decisiones malas.
- Camina bajo su techo de pantallas LED, escucha a músicos callejeros que parecen salidos de una novela beat, y observa cómo la nostalgia y el ciberpunk hacen las paces.
- Visita el Mob Museum. Si te fascinan las traiciones, los trajes a rayas y los negocios turbios, este museo es mejor que Netflix.
- ¿Valentía matutina? Lánzate por la tirolesa SlotZilla. Cruzas todo el boulevard suspendido como un superhéroe con resaca.
Tarde: arte callejero y ruinas gloriosas
El Arts District es la respuesta estética al casino: murales en vez de pantallas, café con arte latte en vez de tragos XL. Un paseo por este barrio es como leer poesía en medio del caos.
Luego, visita el Neon Museum, donde los antiguos carteles descansan como viejas estrellas de Hollywood: oxidados, gloriosos, inmortales.
Sugerencia: Si vas en verano, lleva agua, paciencia y protector solar factor desierto de Marte.
Noche: despedida desde las alturas
Sube al SkyPod del STRAT Hotel. La vista de 360º te recordará que Las Vegas es una cicatriz brillante sobre la tierra árida. Cena en el Top of the World, restaurante giratorio que resume bien la ciudad: da vueltas sin parar, y nadie sabe si va hacia algún lado.
Última copa, último suspiro: el pecado tiene resaca, pero también estilo.
¿Te sobra tiempo o cordura en Las Vegas ? Extra bonus
- Foto en el cartel de Welcome to Fabulous Las Vegas: cliché obligatorio.
- Museo del Pinball: nostalgia ochentera con luces de neón y tilt emocional.
- Hoteles temáticos bizarros: Luxor (Egipto de plástico), Excalibur (medievalismo en spandex), New York-New York (la Gran Manzana sin ratas ni metro).
<>Epílogo: Lo que pasa en Las Vegas…
… no se queda allí. Se cuela en tus historias, en tu carrete de fotos, en tus anécdotas de madrugada. Dos días no bastan para entender Las Vegas, pero sí para dejar que ella te reconfigure, como un filtro de Instagram demasiado intenso. Y eso, sinceramente, ya es bastante.
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